Poetisa:
desde Sor Juana, la simbólica vital de lo femenino
Ula-ula
(1994, temple sobre tela, 100 × 95 cm, serie Poetisa)
En la pintura de Rébora no se
podría diferenciar claramente si es el espacio dado el que genera la relación
de los planos, los colores y las figuras o es un simple trazo el que desdobla
la espacialidad del cuadro. Más bien, tenderíamos a considerar la segunda
opción. Si observamos las composiciones, se notará de inmediato que sus líneas
irrumpen en la espacialidad pictórica, que es la primera puntualización
conceptual que lleva a cabo para significar la presencia de sus temas. Propone
Rébora en su obra, entonces, una poética visual del mínimo de recursos, basada
sobre todo en el trazo-espacio como irrupción originaria de la forma que no se
cuaja en figura; antes bien, es la línea que deviene trazo, color, figura,
tema...
¡Mocos!
(1995, temple sobre tela, 120 × 160 cm, serie Poetisa)
El riesgo por el que apuesta
Rébora encuentra su génesis en el elemento más intelectual de la plástica. El
uso de la línea como portador potencial de cualquier figura brota como fuerza
en sí misma que configura representaciones, más allá de las trampas de los colorismos
efectistas. Pareciera que nuestro artista encuentra la interioridad de la línea
como impulso inmanente de cuerpos, lugares y situaciones. La línea, vista así,
pasa a ser una unidad mínima del sistema composicional del artista, y con ello
la apuesta por un lenguaje que parte de la atomización de los elementos para
dar origen, no por adición sino por inmanencia, a las posibilidades formales
del arte de la pintura.
[...]
El no-vio
(1994, temple sobre tela, 80 × 100 cm, serie Poetisa)
¡Muerde!
(1994, temple sobre tela, 110 × 90 cm, serie Poetisa)
La alquimia de Rébora se basa
en la línea que genera existencias; su línea inmanente se desdobla en
significados y temas –acaso la mejor forma de rendir tributo a alguien que
también descubrió en la pasividad del lenguaje dado la riqueza infinita de la
poesía–. Para Roberto Rébora no existe diferencia entre el espacio de dada pintura
y el significado representado que ésta realiza. Sus formas lo conducen a
instaurar la temática de su obra que, basada en Sor Juana [para la serie Poetisa],
transgrede lo femenino a través de la ironía y sus metáforas.
[...] El terreno en que se
mueve es lo femenino como tema de su pintura. Aquí, su recurso formal, la
sencillez de la línea-trazo, se sustantiva en lo femenino
transgredido-transgresor. La mujer que se pinta, se pinta en esas situaciones
que la muestran más allá de sus adjetivos; aquí, en el sitio donde la ironía se
realiza como transgresión de roles y sentimientos.
Al artista no le interesa
mostrar lo femenino en sus significados culturales, sino llevarlo al extremo
donde la mujer deviene sinónimo de su acción. El costo de esa acción es, de
alguna manera, una iconoclastia de cara a las tematizaciones figurativas con
las que se le identifica.
Uno, dos, tres...
(1994, temple sobre tela, 300 × 250 cm, serie Poetisa)
El valor semántico de [Poetisa]
radica en la búsqueda de símbolos que actualizan la idea misma de la
diferenciación que Sor Juana supo vivir. Para [Rébora], la manera de realizarlo
es a través de un juego formal-significativo que retoma no la simbólica
ilustrativa del personaje, sino eso que podríamos llamar la simbólica vital
de lo femenino. Así, en las obras realizadas para [la conmemoración por los
300 años de la muerte de Sor Juana] nuestro artista busca ir hacia un orden del
lenguaje donde la temática de las imágenes sea en sí misma la voluntad vital de
la poeta generando su poesía. Lo femenino visto como la simbólica del lenguaje
artístico de un creador de finales del siglo XX que va tras la simbólica vital
de Sor Juana Inés de la Cruz como lo femenino transgresor.
Hablar de simbólica vital a
finales [del siglo XX] significa enfrentarnos al hecho de que los iconos que
nuestra época maneja están muy lejos de aquellos que se podrían haber utilizado
en el siglo XVII o incluso a finales del siglo XIX. Lejos porque los códigos
que nuestra cultura utiliza se contextualizan en un discurso donde la
solemnidad del lenguaje y sus símbolos carecen de receptores. Esto es, los
discursos de finales de siglo se caracterizan por la transgresión sistemática
de los formalismos discursivos y retóricos. Y lejos también porque existe un
claro desconocimiento de la historia de los símbolos, los emblemas y los iconos
de nuestra cultura y nuestro arte. Por ello, el trabajo pictórico de Rébora
recrea lo femenino a través de representaciones de la mujer en actitudes
inverosímiles o irónicas, pasando por actitudes irreverentes, hasta llegar a
actitudes que muestran ámbitos del mundo íntimo de la feminidad (¡Atenta!),
siempre suponiendo como inspiración fundamental una pregunta hecha sobre Sor
Juana: ¿cómo viviría nuestro siglo la poeta transgresora donde todo está
permitido menos la desmitificación de nosotros mismos?
José Luis Barrios Lara[1]
¡Atenta!
(1994, temple sobre tela, 190 × 190 cm, serie Poetisa)
[1]
“De la simbólica vital de lo femenino”, en
Roberto Rébora, Materia y discurso
de fe / Matter and Discourse of Faith, pp. 138-140.