Los años en Florencia.
Regresos temporales a México
La inquietud vivida por su temprana experiencia del éxito, consciente
de sus limitaciones y de que lo que estaba haciendo no era propiamente pintura
–guiado por la pura intuición, haciendo lo que se le daba pero “no lo que
quería realmente”–, así como lo vivido por aquel viaje familiar iniciático a
Europa, viaje que lo puso en conocimiento directo de la obra de artistas clásicos,
finalmente fue resuelta en su decisión de irse a vivir a Italia. Era 1983,
cuando recientemente había expuesto Por
favor, no asusten. En Florencia, a sus veinte de edad, se probaría a sí
mismo, persiguiendo el sueño de la bohemia artística, pero sobre todo para
adquirir las habilidades y los conocimientos que serían determinantes en su
formación plástica y vital.
En Pompeya, Italia, 1989
(Foto:
Alessandra Ragionieri)
En Italia, ha escrito el propio Rébora, “[o]bservé
la pintura mural toscana, sin prisa: Giotto –tan consonante con Orozco–,
Masaccio, Piero della Francesca, Uccello, ellos significaron todo para mí.”[1] Durante ese mismo año tuvo
la oportunidad de exponer, en la galería Teorema, Grida, che un Sordo non Ascolta:
Con questo titolo Betini Rebora presenta la sua prima personale in Italia
[...] entra a buon diritto nella schiera di artisti messicani, e più in generale sudamericani, che hanno scelto la strada
drammatica del grottesco e della satira sociale. Dal murales all’acquarello,
all’incisione, una imagerie promiscua e affollata, forte e patetica di cicli
epici popolari, intrisa di grandi e minime storie, illustrative come la colonna
traiana. Di questo ci informa Rebora nei suoi piacevoli e a fosche tinte
acquarelli; appunti di diario di viaggio di un giovane in cerca di poesia.[2]
Invitación a la exposición
Grida, che un Sordo non Ascolta, en Florencia, Italia
Al siguiente año de su llegada, fue becado por el editor
Enrico Valecchi para estudiar en la Scuola d’Arte Il Bisonte –en la que también
habían trabajado Renato Guttuso, Rodolfo Margheri, Rufino Tamayo y Alexander Calder–,
donde tomó talleres de grabado en metal. Siendo todavía 1984, realizó una
exposición individual en la Maison du Mexique de la Cité Internationale
Universitaire de Paris: Graveurs. En 1985, con una beca del Istituto
Italo-Latino Americano, continuó en Il Bisonte; perfeccionó su técnica
trabajando al lado de Domenico Viggiano, quien además de impartir talleres en
la escuela también fungía entonces como director y profesor de la Accademia di
Belle Arti. Del trabajo realizado en ese tiempo en Florencia, y ya entregado al
estudio intensivo del Renacimiento italiano a la par del de la obra de Orozco,
el Dr. Atl y otros artistas mexicanos, Rébora integró una exposición que presentó
en la capital de México en 1986, durante uno de sus retornos temporales al país.
Se trató de Primeros Grabados, en la galería de Almacenes Nacionales
de Depósito (ANDSA). Con el tema de la crucifixión, su intención con aquellos
grabados no fue abordar el tema religioso sino explorar las posibilidades
estéticas que esa composición le sugería, según explicó en entrevista a Javier
Ramírez, crítico de arte tapatío que ha seguido la trayectoria de Rébora desde
sus primeras incursiones como Betini. Y para tal ocasión, el también galerista
escribió:
Estos grabados son el
resultado de tres años de trabajo; de placas y pruebas hechas una y otra vez,
hasta lograr un equilibrio entre lo formal y lo expresivo. También son el resultado
del acercamiento que Rébora tuvo con los grabados de maestros italianos casi
desconocidos. [...]
Evidentemente influido por
Orozco, sus actuales trabajos pictóricos se orientan principalmente al estudio
de la forma, los contrastes, el monocromatismo y la expresión que surge casi de
inmediato. No son obras terminadas, en sentido estricto, sino estudios, pasos
para llegar a cosas mayores [...] un recorrido pausado y atento nos permite
encontrar la riqueza del trabajo, de la luz que se invierte en zonas donde en
otros grabados habita la sombra.
Aún resuenan ecos de Munch,
Matisse, Van Gogh y otros en los grabados de este joven artista, sin embargo,
hay vigor, una fuerza que sólo puede ser suya.
Su entrega al trabajo plástico, su decisión irrevocable de ser pintor, además de su incipiente obra que ya da muestras de calidad, hacen esperar de él importantes sorpresas.[3]
Su entrega al trabajo plástico, su decisión irrevocable de ser pintor, además de su incipiente obra que ya da muestras de calidad, hacen esperar de él importantes sorpresas.[3]
Gracias a otra beca, que esa vez le otorgaron las
autoridades de la Regione Toscana, en su último año en Il Bisonte, 1987, trabajó
en el taller de litografía. Sus grabados de ese lapso formaron parte de una
exposición colectiva organizada por el British Institute, presentada en Roma y
que luego itineró en varias ciudades inglesas. A continuación, se concentraría
en el estudio de las técnicas tradicionales de pintura al temple-óleo y de la
monotipia.
Durante 1989, Rébora hizo otro de sus viajes temporales a
México. En esa ocasión presentó en la sede de Guadalajara de la Cámara Nacional
de Comercio la exposición Grabado, Litografía y Monotipo, integrada por
una selección de piezas realizadas en tierra italiana.
Ocho años vivió en Florencia, imbuido en las costumbres de
la Toscana, su historia, su vida cultural y literaria. Allá fraguó amistades
cruciales en su vida posterior, entre las que destaca con el entonces joven
editor y escritor Marco Perilli, actualmente nacionalizado mexicano. En aquella
época, contó al periodista Francisco Barreda:
En Italia me sorprendieron
muchas cosas: los grandes museos, el rigor crítico que muchos artistas imponen
a su trabajo, entre otras. Eso fue lo que me hizo darme cuenta de mi
autocomplacencia, mis limitaciones, etcétera, y, claro, provocó en mí un
conflicto que me llevó a someterme a una disciplina sumamente rígida, obsesiva
y castrante. Seguramente gané mucho, pero a cambio también perdí otro tanto. Gané
capacidad en la apreciación visual y en la manera de plantearme mi problema
artístico; perdí espontaneidad y ocurrencia. [...] Todo este trabajo [que he
venido haciendo en estos años] es de carácter formativo. Desde los inicios de
mi autoformación no he pretendido nunca definirme rápidamente con el pretexto
de encontrar un estilo propio. Creo que ese “carácter” está en el gesto, y sí
pienso que lo tengo.[4]
Svizzera Pesciatina, Toscana, 1989
(Foto:
¿?)
[1]
“Semblanza autobiográfica”, en Roberto Rébora, Materia y discurso de fe / Matter and Discourse of Faith, p. 208.
[2]
Con este título, Betini Rébora presenta su primera exposición individual en
Italia [...] con toda razón entra en las filas de los artistas mexicanos, y en
general de los sudamericanos, que han elegido el camino dramático del grotesco
y de la sátira social. Desde murales hasta acuarelas y grabados, una imagen
promiscua y atestada, fuerte y patética de los ciclos épicos populares, llena
de grandes y mínimas historias, ilustrativas como la Columna Trajana. Rébora
nos informa de esto en sus agradables y sombrías acuarelas, apuntes de diario
de viaje de un joven en busca de poesía. | Stefano Benedetti, “Betini Rebora”, de “Galleria”,
en Nazione Firenze, Florencia, 10 de
octubre de 1983, p. 9.
[3] “Roberto Rébora: la pintura como vocación”, de “Artes Plásticas”, en La Cultura en Occidente, Guadalajara, 24 de agosto de 1986, p. ¿?
[4]
“Roberto Rébora vs. Betini”, p. 9.